estrangula
entierra
a la musa que hay en ti
en su (en sí)
mucha
musa
mucharella
con el queso fundida
sé la mano que amasa
entierra
entraña
y en garra
carla vianello
Una a una se habían ido encendiendo las luminarias, manchas húmedas contra la negrura del cielo. Caminaban al borde del canal y del sueño, sin mucha conciencia de la hora, del vino ni de la cantidad de pasos que lxs separaban del agua o del resto de la familia.
Se habían adelantado bastante. A pesar de todo él seguía teniendo el paso más ligero, los músculos más resistentes y ella lo había heredado.
De súbito levantó la mano sobre su cabeza, frenó la marcha y sin mirarla, le dijo: Sentí.
Como si eso hubiera activado una coreografía genética y milimétricamente ensayada, ambxs hicieron silencio y afinaron el oído hacia el sonido, que lxs salpicaba desde abajo. Los ojos abiertos hacia las estrellas, no miraban. Todo era escuchar.
Plac, plac, plac. El golpeteo del agua insistiendo contra los cascos de los botes.
Tan agudo fue el silencio de todo lo demás, que aún sin haberlo visto, ella pudo sentir cómo insistía el agua también desde adentro contra los párpados del viejo.
Ese sonido es toda mi memoria -le dijo- Llegando con el agua.
Sí sé que la luz fue pálida durante todo este día y apenas alcanzaron a entibiarse las baldozas amarillas de la vereda. Desde mi casa hasta el súper, ida y vuelta voy pisándolas despacio. Ya pasó la siesta pero la calle está vacía. Cruzo en diagonal la plaza sola y de tan sola pareciera que nunca voy a alcanzar la otra esquina. ¿Cómo sé cuánto me acerco si entremedio no hay nada? Ni una vieja sentada más acá, ni una piba saltando más allá. Salvo las cotorras que gritan en sus monoblocks de pasto y rama, todo duerme en otoño en domingo en este barrio.
Tamaña modorra, ni el cielo se decidía a ser celeste, blanco o gris, pero ahora asoman cachetonas desde arriba las nubes. Al fin dan la cara.
Abro la puerta sabiendo algunas cosas más, como el precio de las mandarinas, el del jabón en polvo y también que es tarde para lavar la ropa. A duras penas va a llegar a secarse pero aún así voy a realizar la hazaña, ante los ojos de nadie más que el agua inminente, en este teatrito privado y a cielo abierto que es mi terraza. Toda la ropa húmeda, pesada y desprolijamente colgada.
Desde hace mucho tiempo y allá lejos, a varios cielos de distancia de mi casa, en la ciudad de agua donde empieza la historia de la que nada sé, según me contaron, la ropa recién lavada se seca en sogas que viajan entre balcones y ventanas. Salen de una casa y llegan a la otra. Como la distancia no es mucha, la soga es corta y todo el día se renuevan las prendas colgadas, todo el tiempo hay movimiento, nunca duerme nada. Ni tampoco de privado hay nada.
Mirar para arriba es ver un cielo multicolor de camisetas, polleras y toallones. Y en lugar de buscar fomas fantánsticas y colosales en las nubes, se encuentran historias de familias y de trabajadorxs.
#diagonal #cielo #modorra #sogacorta #agua
hay mil cables entre sus cosas y las mías
entre mi mano que toca la tecla
y el fuelle
entre mi pie y el pedal
también hay miles de fibras
Desde nuestros cuadrados
bailamos, sonamos
y el cono de cartón
está que explota
adentro del parlante
amplifica
estos datos en mí
suenan allá
más que chasquidos inconexos
-si nos miraran ahora
los señores
ministros y secretarios
de cultura
no saldría ese subsidio-
y si me vieran ustedes
desde el árbol
por cuántas líneas
no sé ya
si estamos conectadas.